jueves, 22 de agosto de 2013

Máxima Inspiración


Hace dos semanas que compré estas entradas. Que un grupo como Auryn viniera justo donde yo vivo es un privilegio y yo no podía faltar. Porque, ¿qué mejor manera hay de coger inspiración para tu historia que con los que hicieron que crearas la historia en sí?

Pues estos 5 chicos fueron los que, gracias a uno de sus videoclips, hicieron que yo me comiera la cabeza y creara la hostoria que ahora escribo.

Me hacía mucha ilusión ir a un concierto en directo de ellos y no podía perder la oportunidad. Tengo que decir que sus voces son preciosas. Me habían dicho que no sonaban tan bien en directo, pero era mentira, son geniales. Y además son más guapos en persona jajajaja

Pude grabar un trozo de la canción que me inspiró. Podéis verlo en Youtube pero yo os lo voy a poner aqui :)

*La que graba soy yo jajajajaja*

Un beso <3
PD: Pronto tendréis la segunda piedra. Estoy muy ilusionada :)


lunes, 19 de agosto de 2013

Capítulo 9




El ruido del local hacía que me doliera la cabeza. Las canciones resonaban en mis oídos como martillos. Hacía tiempo que había perdido de vista a Helena y Daniel pero Sam seguía a mi lado, esperando mi respuesta. Dijo que podía ayudarme a conseguir la piedra. No le respondí porque me quedé sin palabras. Después de todo el daño que le he hecho es capaz de ayudarme con esto. Luego me dijo que él conseguiría la piedra y me la daría. Sin rencores.
—¿Vas a decir algo? —Sam esperaba que yo dijera algo pero no tenía nada que decir en ese momento.
—¿Qué quieres que te diga? —dije cogiendo de nuevo mi copa. Ya llevaba unas cuantas de más.
—Dime al menos que me dejas que te ayude.
Me levanté del sofá en el que estábamos y di un traspié al intentar avanzar. Sam ya estaba a mi lado cogiéndome del brazo para evitar que me cayera
—Puedo sola —le espeté.
—Estás medio borracha. No sé cómo pretendías recuperar la piedra.
—No estoy borracha —señalé la pista de baile y me arrastré hasta allí.
No estaba borracha. Me sentía bien. Tan solo un poco de dolor de cabeza que me hacía marearme  a veces, lo que Sam confundía con una borrachera.
A un lado de la pista vi a Daniel, bailando muy cerca de Helena. Los dos se movían en perfecta sincronización. Helena me vio y al ver a Sam detrás de mí sonrió como una niña pequeña.
—Parecen felices —dijo Sam a mi oído con la mirada fija en Helena y Daniel—. Nosotros podríamos haberlo sido.
¿A qué venía eso? Yo solo pude mirarle y dejar atrás su comentario.
—¡Quiero bailar! —grité.
Sam se acercó a mí y empezó a bailar. Yo le seguí y le cogí el ritmo. Sabía que no debería estar haciendo esto pero era mi última noche en Hawaii y se merecía. En uno de los movimientos me di la vuelta quedando de espaldas a Sam. Éste aprovechó para agarrarse a mis caderas y yo me agarré a su cuello desde atrás.
La música no parecía tener fin. Ni nuestro baile tampoco. Me sentía cómoda. A gusto allí, pero ya estaba cansada.
—¿Descansamos? —sugerí parando de bailar.
Nos dirigimos a la barra y pidió una copa para cada uno.
—¿Vas a dejar que te ayude? —retomó la conversación anterior.
—Con una condición —dije tomando un sorbo de mi copa—. Seguirás en contacto conmigo aunque esté en otro lado del mundo.
—Trato hecho —me dio la mano para fijar el acuerdo. Me reí— No hubiera hecho falta que me pusieras esa condición. Pensaba llamarte de vez en cuando.
Daniel y Helena se acercaron riendo a nosotros. Helena me cogió por la muñeca y me arrastró de nuevo a la pista.
—¿Creías que te ibas a salvar de un baile conmigo, nena? —reí y me uní al baile.
La canción que ahora sonaba, Helena y yo la habíamos escuchado miles de veces en su habitación por las noches. Ella cogía un peine como micrófono y yo le hacía los coros. Cantamos a todo pulmón y la música seguía su ritmo. Cuando ésta acabó volvimos a la barra. Sam y Daniel hablaban. Helena se sentó encima de Daniel y yo me quedé de pie.
Sam se acercó a mi oído y susurró.
—Cuando quieras, me llevo a Daniel para coger la piedra —dijo—. Ya está lo suficientemente borracho como para que no se entere de nada.
—Vale, yo me quedo con Helena. Seguro que quiere hablar conmigo.
Sam le dijo a Daniel que lo acompañara al baño. Helena resopló y dejó el comentario de que las únicas que van acompañadas al baño somos las chicas. Consiguió levantarse de Daniel y lo dejó ir. Se sentó en el asiento vacío que se había quedado y se pidió otra copa.
—Veo que te va muy bien esta noche —comenzó Helena.
—Puede decirse que sí.
El camarero sirvió la copa de Helena y luego la mía.
—Esta la pago yo —se ofreció— Brindemos. Por nosotras.
—Pero solo esta. Ya he bebido suficiente.
Nuestras copas chocaron y bebimos de ellas a la vez.
—Me alegro de que todo se esté arreglando, Charlotte —me dijo sinceramente.
—Yo también me alegro —no sabía si estaba mintiendo o no—. Tengo una mala noticia.
Helena se volvió hacia a mí y se puso tensa.
—Me voy mañana. Dejo Hawaii —solté.
—¿Cómo que te vas?
—Mi madre quiere que vuelva a España —mentí—. Dice que no quiere tenerme tan lejos de ella.
—No puedes irte. Ahora que lo estabas arreglando con Sam y estábamos juntas.
—Es por eso que no quería arreglarlo con él, Helena. —mentí de nuevo y me sentí terriblemente mal por todo esto— Lo siento.
Ella saltó de la banqueta y me dio uno de sus abrazos. Nos costó mucho separarnos. Por la cara de Helena ya empezaban a correr lágrimas.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó— Podríamos haberte hecho una buena despedida.
—No quería despedidas.
—¿Y pensabas irte sin más? ¿Sin despedirte de mí? —sus sollozos aumentaban.
—Claro que no. Tú serías la última de la que no me despediría —dije volviéndola a abrazar.
Por encima del hombro vi como Daniel y Sam volvían del baño. Una sonrisa pícara apareció en el rostro de Sam.
—¿Qué ocurre? —preguntó Daniel al ver a su novia llorar.
—Charlotte se va de Hawaii mañana —explicó Helena aun llorando.
Sam me miró y vi en su rostro tristeza. Quería decirle que lo sentía. Que todo era muy precipitado y que no estaba planeado. Pero sería mentirle de nuevo y eso era lo último que quería.
—¿Te vas? —Daniel volvió su cara hacia mí y yo asentí con la cabeza.
—¿Puedo hablar contigo? —Sam me miró y luego se dirigió al mismo sofá en el que estábamos antes.
Se sentó y yo hice lo mismo, dejándome caer a su lado. Metió la mano en el bolsillo y sacó una piedra brillante y lila. Era más pesada de lo que creía. La guardé en el bolso.
—Ahí la tienes —espetó Sam. Parecía enfadado.
—¿A ocurrido algo? —pregunté preocupada.
—Nada. Ha sido demasiado fácil, creo yo.
—Tengo que hablar con mi madre —le dije
—¿Me voy? —sugirió.
—No hace falta. Me habla a la mente —me miró como si estuviera loca.
Rocé, como hacía siempre, el collar y empezó a brillar. Sam se quedó mirándolo hasta que volvió a ser color mate.
“¿Harmonía?” —la voz de mi madre era horrible. Casi no tenía voz.
“Madre ya tengo la piedra” —la informé.
“¡Qué alegría! Vuelve. La necesito” —me rogaba.
“¿Va a dejar que me despida?”
“Hija, por favor. La necesito. Ya escuchas como estoy” —la voz era ahora llorosa.
“Solo será un momento” –le aseguré—. “En cuanto esté lista rozaré de nuevo el collar y volveré”
Rocé el collar y la conversación terminó. Me giré hacía Sam que parecía ausente.
—Mi madre quiere que vuelva ya —expliqué—. Necesita la piedra.
—Nos dejas. Te vas —su tristeza se notaba en su tono de voz—. Me gustaría acompañarte fuera.
Nos levantamos y fuimos a la barra. Quería abrazar por última vez a Helena. En la barra, Helena agarraba a Daniel que parecía mareado.
—¿Estás bien? —le pregunté a Daniel viendo la mala cara que tenía en ese momento.
—Sí, tan solo estoy un poco mareado, Charlotte. Pero gracias —empezó a dar arcadas y Helena tuvo que llevárselo a los cuartos de baño de nuevo.
—No te preocupes se pondrá bien, siempre lo hace. Bebe de más y acaba así —me tranquilizó Sam que no se había separado de mí.
A mí no me preocupaba si se encontraba mal por las copas. Puede que los síntomas fueran de una borrachera pero teniendo en mis manos la piedra me preocupaba que la culpable fuera yo.
—Tengo que irme pero no quiero irme sin despedirme de Helena —rogué.
—Yo se lo diré luego e intentaré calmarla —parecía sincero.
Cruzamos la pista y llegamos a la puerta de la discoteca. Allí nos pusieron un sello por si queríamos volver a entrar pero yo sabía que no volvería.
—Aquí detrás hay un parque podemos ir allí —sugirió.
Los dos andamos hasta el parque que él había mencionado. Estaba desierto. Eran las cuatro de la  mañana, no pretendía que estuviera lleno de gente. No paramos en un banco y nos sentamos. No sabía que decirle así que le agradecí que hubiera recuperado la piedra por mí sin tener que traicionar a Helena.
—Muchas gracias, Sam —dije dejando caer una de mis manos en su pierna—. Por la piedra. Por todo.
—Vuelve conmigo —soltó haciéndome quitar en seguida la mano de su pierna.
—Sam, sabes que no puedo. He venido aquí contigo para despedirme —dije— Me voy.
—Tenía que intentarlo —replicó pero aun así inclinó la cabeza y me besó.
Me cogió de sorpresa pero dejé que me besara. Sus seguían igual de cálido que la primera vez que tocaron los míos. Me iba a costar irme, sobre todo ahora. Puede que estuviera paranoica pero creo que he sentido algo por él. En todo este tiempo he sentido algo por él pero no lo iba a reconocer ahora.
Nos separamos y el abrió los ojos delante de mí.
—Lo siento —se disculpó—, me he dejado llevar.
—Creo que es hora de que me vaya —anuncié, sintiéndolo en el alma.
Me levanté del banco y Sam me siguió. Toqué el collar y este volvió a brillar. El brillo del collar se me hacía normal pero en ese momento vi que no lo era. Ahora brillaba con mucha más fuerza. Tenía que tener la fuerza para llevarme al Limbo.
 Sam me observaba un poco alejado. Le dije con la mano que se acercara y él lo hizo. Lo abracé y estando en sus brazos todo se estaba volviendo negro. Miré su cara por última vez. Lo iba a echar de menos. Todo esto lo iba a echar de menos.
Todo se volvió como a la ida. Negro. Pero antes de sumirme en un sueño oí la voz que me decía:
—Prometo que te llamaré estés donde estés.
Y caí en un sueño profundo esperando llegar a mi verdadero hogar.

FIN DE LA PRIMERA PIEDRA.


martes, 13 de agosto de 2013

Capítulo 8




—¡Nos vamos de compras!
Acababa de entrar en la habitación y Helena estaba de espaldas a mi, preparando unos de sus bolsos. Yo me quedé en la puerta mirando su figura, pensando en todo lo que la iba a tener que hacer sufrir.
Ella se dio la vuelta para mírame y se quedó mirando mis ojos unos segundos antes de atravesar la habitación muy rápido y darme un gran abrazo.
Cuando estaba abrazándome pude fijarme en uno de los espejos y vi que tenía aun los ojos hinchados y llorosos. Me quité los restos de las lágrimas con la manga justo después de que Helena me soltara.
—¡Eh! ¿Qué ha pasado? —dijo mientras buscaba un pañuelo en su bolso y me lo tendía
Me senté en la cama y empecé a repasar en todo lo que había pasado en un momento
—No pasa nada Helena. Sam y yo lo hemos dejado. Bueno hemos dejado lo que tuviéramos —expliqué dándome cuenta que Sam y yo ni siquiera habíamos empezado a salir.
—¡Charlotte,  lo siento! ¿Sabes qué? Te voy a comprar un vestido con el que vas a conquistarlo de nuevo esta noche —me animó pero yo ya no tenía ganas ni de esa fiesta.
No quise desanimarla y dejé que me comprara un vestido para esa noche. Ella quiso que esa noche yo fuera la estrella, que destacara para Sam, pero lo que yo menos quería en ese momento era destacar.
También me llevó a comer para así poder hablar las dos tranquilas
—¿Me contarás qué ocurrió? —preguntó mientras cogía la carta y la ojeaba por encima— Creo que pediré macarrones, ¿y tú?
—¿Qué? —dije confusa. Había estado mirando mi móvil todo ese tiempo. Sam me había dejado 4 llamadas perdidas.
—Charlotte, aterriza —ella chasqueaba los dedos delante de mi cara y me quitaba de repente el móvil— Hoy nada de móviles
Pero aun así, lo desbloqueó y miró las 4 perdidas de Sam. Volvió a mirarme muy seria.
—Llámalo. Estoy segura de que quiere arreglarlo contigo —volvió a ofrecerme el móvil con la condición de que lo tenía que llamar. Ahora.
—Pues me voy fuera. Ahora vuelvo —salí a la terraza que tenía el restaurante y me senté sola en una de las sillas.
Helena me miraba desde el cristal, así que cambie de silla quedándome de espaldas a ella.
No pensaba llamar a Sam, no lo haría. Toqué el collar para darle la “buena” noticia a madre y me puse el móvil en la oreja para fingir.
“¿Charlotte? Dios mío, menos mal” —gritó, pero al gritar empezó a toser muy fuerte— “Dime que has conseguido la piedra”
“No” —dije muy flojito— “Algo raro ha pasado y por eso no la tengo ya”
“¿Cómo que algo raro? ¿Qué ha pasado?”
“Ese chico, Sam… No tenía la piedra. La busqué y no la tiene, madre” —expliqué detenidamente esperando los gritos de madre.
“¡Charlotte, ese chico tiene que tenerla! Es quien la recibió. Y si él no la tiene dime tú dónde está la piedra”
“La tiene Daniel, el novio de Helena. Se la he visto esta tarde y estoy segura de que era la piedra que busco madre”
“¿Pero quién es Daniel? Él no puede tenerla. La tiene que tener Sam, lo sé. Él es el verdadero portador” —se notaba que mi madre intentaba pensar en lo ocurrido.
“Entonces ya me dirás como es que la tiene otro chico” —le recriminé- “¿Las piedras se puede pasar de unos a otros?
“¡Eso es imposible! Hay algo que les une a la piedra y que es imposible de separar”
“¿Y qué es?” —el sueño que tuvo volvió a mi mente en cuanto madre dijo esa última frase, pero pensé que tan solo fue un sueño. Una pesadilla.
“Ahora mismo no puedo contártelo. El consejo me espera para una de esas reuniones”
“¿Os vais a reunir todos los Dioses?” —el asunto era grave. Pocas veces se reunían todos los Dioses para discutir algo, y si ahora lo iban a hacer algo malo ocurre.
“Sí. Tendré que explicar todo lo que me has dicho y buscarán una solución temporal”
“Creo que esta noche tendré la piedra, si nada se complica.” —intenté animarla.
“Pues consíguela, hija, consíguela.”
Y el collar volvió a ser del mismo color mate que había sido. Se me había quedado dormida la mano con la que he estado sujetando el teléfono. Volví a dentro con Helena, la cual estaba ya comiendo el primer plato y justo en mi sitio se encontraba un plato de macarrones, que ella había pedido por mí
—Como he visto que tardaba he tenido que pedir por ti. Espero que te gusten los macarrones —explicó mientras bebía un poco de Coca-Cola.
—Sí me gustan. Gracias. —me senté justo en frente, dejé el móvil en la mesa y empecé a comer aunque no tenía apetito.
Las dos terminamos de comer y Helena insistió en pagar ella la comida. Volvimos a casa en silencio hasta que llamaron a Helena al móvil. Me dio una de sus sonrisas y le dije que respondiera. Se alejó un poco y sólo por el tono de voz con el que respondió supe en seguida que era Daniel quién la llamaba.
Yo seguía andando por las calles justo unos pasos más atrás que Helena, entonces mi móvil vibró en mi bolsillo. Lo saqué torpemente por no pararme y miré la pantalla. Era de nuevo Sam. Le volví a colgar. Si lo iba a ver esta noche,  que todo se resuelva esa noche.




El vestido que Helena me había comprado no era para nada discreto pero ella me había obligado a coger ese. Dijo textualmente que tenía que llevar ese vestido porque resaltaba mis partes…
Escote de pico que por una mano no me llega al ombligo. Espalda descubierta. ¿Longitud? Más arriba, muchos más arriba, de medio muslo. Y muy muy pegado a mí. Y añadimos los tacones de 12 centímetros que me acaba de pasar Helena.
—Helena, yo no voy a poder llevar esto —señalé los tacones.
Helena resopló en respuesta y me miró de arriba abajo. Yo ya tenía puesto el vestido color gris perla.
—Claro que podrás. Ese vestido sin tacones es una horterada. —ella seguía buscando en su armario algo que ponerse— Póntelos un rato por aquí para acostumbrarte.
Mi móvil volvió a sonar como ha estado haciéndolo todo esa tarde. Helena me había preguntado que quién llamaba tanto y yo le respondía que era Sam y que quería hablar conmigo. Ella me miraba con mala cara y resoplaba de nuevo antes de dejar el tema de las llamadas. Deje que sonara y luego se calló.
Después de una hora, más bien dos horas, ya estábamos listas y Daniel nos esperaba abajo.
—Estás preciosa —Dijo mientras agarraba de la mano a Helena— Tú también estás preciosa, Charlotte. Un poco provocativa, ¿no crees?
—No está provocativa. Tan solo va a recuperar a Sam —puntualizó Helena y yo desvié la mirada hacia otro lugar.
El camino en tacones es lo peor que podía haberme pasado. No habíamos llegado a la discoteca cuando ya me dolían los pies. Maldita Helena, me dijo que eran cómodos. Como si llevara planos. Já.
Nos dejaron pasar a dentro y aquello ya estaba a rebosar de gente. Helena y Daniel fueron a la barra a pedir algo y yo me dejé caer en uno de los sofás de por allí.
—Has estado evitándome.
Di un salto en el sofá y me di la vuelta para encararme a Sam. Allí estaba él, junto a mí. Iba con un vaquero y una camisa color coral como mis tacones.
—Pero has venido. —dijo juntando las cejas— Y  espero que ese vestido no sea para mí.
—Por mi parte no. Por parte de Helena, sí —empecé a buscarla con la mirada pero había demasiada gente.
—Bueno da igual —dejó la copa en la mesa, me cogió por los hombros he hizo que lo mirara— Voy a ayudarte a conseguir la piedra y me da igual lo que digas.
Y tuve que callarme.

** 

Siento muchísimo no haber puesto el capítulo antes, pero he estado súper liada y no he podido escribir muy a menudo :( Espero que me perdonéis y que sigáis leyendo mi historia.
Besitos <3

Capítulo 7




Empecé a dar vueltas por el jardín, asustada. ¿Todo lo que había conseguido hasta ahora no servía para nada? Y después de la llamada de mi  madre estoy más preocupada aun. No quiero haberme equivocado de persona.
¿Me puedes explicar qué te pasa? preguntó Sam que me seguía con la mirada.
No le respondí.
De qué piedra me estás hablando? siguió insistiendo— ¡Joder Charlotte, quieres responderme a algo!
¿Qué le digo? ¿Qué vengo de otro mundo a recuperar una piedra que se supone que él debe tener por fuerza y que le da la vida? No suena muy creíble pero si tuviera la piedra sabría de qué le estoy hablando.
Paré de dar vueltas por el jardín y quedé en frente de Sam. Fijé mi mirada en la suya y le dije muy lentamente y calmada:
Deberías tener una piedra que me pertenece.
¿Qué tipo de piedra? ¿Una piedra cualquiera? su mirada hacía mí se hizo más profunda.
No. Es una piedra preciosa. Exactamente una amatista. Son lilas y muy brillantes. –le expliqué.
Yo no tengo ninguna piedra preciosa. Y menos la llevo encima. ahora me miraba con desconfianza ¿Tan importante es para ti?
Ahora mismo, pues sí. La necesito urgentemente volví a empezar a dar vueltas.
Yo puedo ayudarte a encontrarla se ofreció.
Se había levantado de la hamaca y se posó delante de mí haciendo que tuviera que parar de andar.
No, lo siento. Ya sabes demasiado y se supone que solo yo debo saber mis objetivos en la Tierra.
¿No eres de este planeta? en su cara se reflejó una expresión de asombro.
Estoy hablando más de la cuenta.
Sam me acercó más a mí y me cogió de las muñecas. Hizo que levantara la mirada y me fijara en él.
Déjame ayudarte. Es lo menos que puedo hacer insistió Sabes que estoy aquí por ti. Estamos juntos.
Sam… yo… tartamudeé sin saber cómo decirle que había estado actuando todo este tiempo. Si él no tiene la piedra lo nuestro no debía seguir adelante.
Ah, claro. Estabas actuando, ¿verdad? No sientes nada por mí. Todo ha sido por esa piedra dijo leyéndome la mente. Dolía. Que dijera eso duele, pero era la cruel realidad y debía aceptarla.
Lo siento, de verdad que lo siento pero tenía que hacerlo. Espero que me perdones. –me incliné y rocé mis labios con los suyos.
¿De verdad que cuando te besé en la playa no sentiste nada?
-Claro que sentí algo, fue precioso dije y no me olvidaré de aquello pero…
Pero todo ha sido una mentira. Y ahora tendrás que ir detrás de otro chico hasta conseguir la piedra y marcharte sin más. Ahora mismo me sentía muy mal ¿Sabes que esto duele, Charlotte?
Claro que lo sabía. También me estaba doliendo a mí. Pero no sabía que aceptar esto fuera a deparar a todas estas consecuencias.
Que estuvieras conmigo por conveniencia y que…
¿¡Y qué quieres que hiciera!? Estoy aquí por una razón. No estoy aquí de vacaciones. Ya te he pedido perdón por el daño que te he hecho pero no eres el único que se encuentra dolido acabé de hablar y tuve que tomar aire. Lo había dicho todo de carrerillas y sin pensar.
Sam no dijo nada. Tan solo me dio la espalda y empezó andar hacia el interior de la casa, dejándome sola en el jardín.
Antes de llegar a la cristalera se dio la vuelta, me miró y me dijo:
Vete, por favor. Necesito estar solo. se me rompió el alma ver que unas lágrimas asomaban por esos azules ojos.
Sam lo llamé intentando que volviera a mí.
No me miró de nuevo y entró silencioso en la casa. Me quedé sola en medio del gran jardín. Estaba muy pálida y me entraron náuseas. Salí de la casa por la puerta trasera y me dirigí a ningún lugar en concreto.
Después de haber estado andando un tiempo, pensando en todo lo que había ocurrido, paré en un parque. Allí me senté en una banco y rompí a llorar. No me di cuenta de que había alguien sentado a mi lado hasta que habló
¿Charlotte?
Levanté la cabeza, con los ojos rojos e hinchados de llorar, para ver quién  era mi acompañante.
¿Estás bien? ¿Qué te ocurre? era Daniel, el novio de Helena. Iba vestido con un chándal y una bolsa de deporte.
No es nada mentí mientras me secaba las lágrimas con la manga de la camisa.
¿Has discutido con Sam?Daniel apoyó su mano en mi hombro y me ofreció un pañuelo que acepté No te preocupes lo arreglaréis. Se os veía muy bien juntos y por fin Sam tenía una novia que me agradaba.
Sam y yo lo hemos dejado solté. Daniel quitó el brazo de mi hombro Bueno, lo he dejado yo.
¿Qué ha pasado? Acabáis de empezar a salir.
No estaba segura de que funcionara volví a mentir y recordando todo lo que había pasado esta tarde comencé a llorar de nuevo.
No llores. No sé consolar mujer porque más bien nunca me he tenido que enfrentar a ninguna dijo para intentar animarme.
Levanté la cabeza y le miré a los ojo. Sus ojos, tan oscuros como su pelo, me expresaba apoyo. Le agradecí que estuviera aquí cuando en realidad casi no me conocía de nada.
Esto era lo que me gustaba de algunos humanos. La preocupación por otros sin esperar nada a cambio.
Dejé de llorar, por él, porque no sabía cómo hacerme sentirme mejor y porque estaba intentando consolarme de algo que en realidad no había ocurrido.
¿Estás mejor? me preguntó con su mejor sonrisa.
Sí. Muchas gracias por estar aquí conmigo, Daniel.
Por la amiga de mi novia, lo que sea. dijo y me guiñó un ojo.
Los dos nos íbamos a levantar del banco, pero cuando él fue a levantarse algo en el bolsillo de su pantalón brilló con mucha intensidad. Creí que estaba alucinando y que me había equivocado con las llaves que todo el mundo suele llevar en los bolsillos.
Cuando él ya estaba de pie me fijé de nuevo en el bolsillo para asegurarme y pude distinguir la forma de una piedra dentro de éste. No pude levantarme y me quedé sentada. Ausente hasta que Daniel me tendió la mano que me ayudó a levantarme por fin.
Charlotte, tengo que irme a entrenar. No llores más, pero si lo haces quien sabe consolar mejor que yo es Helena me dijo mientras que me daba un abrazo.
Pues ya nos veremos entonces más me valía volver a verlo.
Mañana por la noche hay una fiesta. Helena vendrá así que tú no podrás faltar dijo mientras miraba su reloj ¡Qué tarde! Me voy que no llego
Y salió corriendo y yo quedé mirando la figura que desaparecía por el parque. Volví a sentarme en el banco con la mirada perdida.
Era él quien tenía la piedra. Daniel tenía la piedra, no Sam. ¿Pero por qué?