lunes, 29 de abril de 2013

Capítulo 1


  


—¡HARMONÍA! ¡HARMONÍA!
La voz de Afrodita retumbaba en las paredes -o si se podían llamar paredes- del limbo. Todo el mundo que se encontraba allí giró la cabeza hacia Afrodita. Su rostro reflejaba serenidad pero su voz decía lo contrario.
Harmonía, obedeciendo las voces de su madre fue hacía ella. Se encontraba sentada en un gran trono donde ella solía sentarse cada vez que pensaba o le daba vueltas a algo.
—¿Si, madre? —dije mientras le hacía una reverencia— ¿Qué es lo que necesita de mí?
—Como ya te he contado muchas veces cuando eras pequeña, todo lo que es tuyo te pertenece, aunque lo tenga otra persona.
—Sí, es una reflexión muy sabia.
—Pues quiero que me consigas algo que me pertenece pero que lo tiene alguien.
Ella chasqueó los dedos y de pronto apareció un pequeño “duende” que le entregó un gran libro. Esta chasqueó de nuevo los dedos y el duende se marchó haciendo una pequeña reverencia.
—A ver, a ver… —pasaba muy rápido las páginas y las apuntaba con el dedo, hasta que paró secamente en una y la leyó detenidamente.
—Pero, ¿qué sería lo que tendría que recuperar y a quién?
—Es más bien de “quienes” tienes que recuperarlas. Son 5 chicos los que tienes mis piedras- Ella seguía ojeando la hoja con detenimiento.
—Eres la única que puede devolvérmelas —apartó la vista de la página que estaba viendo y se fijó en mí— Creo que ya es hora de que te lo cuente:

Todo empieza con el matrimonio de Urano y Gea. Entre estos dos dioses nacieron 6 titanes: Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Japeto y Crono. Pero Urano obligaba a Gea a retenerlos en su vientre materno hasta que esta decide sacarlos ya adultos. La furia de Gea con Urano crecía y creaba la venganza. Ninguno de sus 6 hijos se atrevía a luchar contra él, menos uno. Crono, dios del tiempo, acepto ayudar a su madre en la venganza contra este, por ello le dio una hacha con el que le cortaría sus genitales, y así fue. Cuando Urano intentó tomar de nuevo a Gea, Cronos apareció y cortó los genitales de su padre. Crono, con los genitales de su padre, fue hacia el mar y ya  allí los lanzó. Estos crearon una gran espuma que tiempo después se convirtió en una gran concha de la que nací yo pero hay que añadir que no tan solo nací yo sino que también “nacieron”  conmigo 5 piedras las cuales forman parte de mi vida, de mi ser. Ellas son tan importantes o más que yo por lo que decidí que debía protegerlas y las lancé hacia el cielo tan fuerte que desaparecieron de mi vista. Luego vi que fueron entregadas a 5 chicos bebes. Las piedras al formar parte de mi ser y al ser abandonadas de mí, estas ahora forman parte de la vida de estos chicos.

—Por eso quieres que las consiga. Porque te hacen falta para vivir, ¿y por qué yo soy la única que puede conseguirlo?
La historia era fascinante, ¿cómo alguien podía nacer del mar? Es tan bonito y extraño a la vez. Madre me miró de reojo y chasqueó los dedos una segunda vez dejando ver aparecer al mismo duende de antes, pero esta vez en vez de un gran libro traía, en un cojín color verde esperanza, un collar de perlas muy muy brillante. Parecía que tenía mucho valor.
—Bueno, hija aquí tienes el collar de perlas que me regaló tu padre.  Le tengo muchísimo aprecio a este collar pero sé que cuidarás muy bien de él —dijo cogiendo el collar con una mano y haciendo el gesto para que me acercara con la otra.
Mi madre levantó mi cabello y se dispuso a colocarme el delicado collar en el cuello. Este pesaba más de lo que hubiera imaginado pero era muy elegante. Me alejé de ella 3 pasos, no soporta tener a alguien a menos de 3 pasos.
—No deberás separarte de él durante tu viaje a la tierra, será con lo que nos comunicaremos. No te preocupes intentaré que pases el menos tiempo posible allí —me dijo al ver la cara de sorprendida que había puesto.
—Pero madre, no tengo ni idea de las costumbres que tienen allí, seré como un bicho raro.
—No, claro que no lo serás porque serás tan hermosa que no te hará falta saber nada sobre ellos. Tú solo deberás conseguir las piedras, sin distracciones —volvió a pedirme que me acercara.
Cogió de nuevo el gran libro, lo abrió por la página de antes. Yo intenté alargar la vista para conseguir ver lo que era pero parecía que había visto mis intenciones y cerró el libro con un golpe sordo.
Justo cuando empezaba a pronunciar unas palabras, la interrumpí. Necesitaba detalles.
—Madre, ¿Cómo sabré quienes son los chicos que tienen las piedras?
—No es muy difícil, hija. Te enviaré al lugar correspondiente de cada una de las piedras cada vez que me entregues una  y ya allí la misma piedra hará que la encuentres poniéndose en tu camino.
Ella volvió empezar a pronunciar esas palabras, pero…
—Madre, ¿qué es lo que exactamente va a hacer ahora mismo?
Se notaba el tono de irritación de mi madre por haberla interrumpido de nuevo.
—Voy a reencarnarte en un cuerpo humano, para que pases desapercibida entre los humanos y por supuesto voy a enviarte a la Tierra.
Ahora sí, mi madre consiguió terminar de soltar todos esos conjuros sobre mí y mi cuerpo empezó a experimentar cambios notables: El pelo, la cara, mis curvas, mis piernas…
Pero no me dio tiempo de fijarme en más porque todo a mí alrededor se volvió oscuro y tan solo escuché de fondo decirme:
—Mucha suerte, hija. Y no me falles.