—¡HARMONÍA! ¡HARMONÍA!
La voz de Afrodita retumbaba en las
paredes -o si se podían llamar paredes- del limbo. Todo el mundo que se
encontraba allí giró la cabeza hacia Afrodita. Su rostro reflejaba serenidad
pero su voz decía lo contrario.
Harmonía, obedeciendo las voces de su
madre fue hacía ella. Se encontraba sentada en un gran trono donde ella solía
sentarse cada vez que pensaba o le daba vueltas a algo.
—¿Si, madre? —dije mientras le hacía una
reverencia— ¿Qué es lo que necesita de mí?
—Como ya te he contado muchas veces
cuando eras pequeña, todo lo que es tuyo te pertenece, aunque lo tenga otra
persona.
—Sí, es una reflexión muy sabia.
—Pues quiero que me consigas algo que me
pertenece pero que lo tiene alguien.
Ella chasqueó los dedos y de pronto
apareció un pequeño “duende” que le entregó un gran libro. Esta chasqueó de
nuevo los dedos y el duende se marchó haciendo una pequeña reverencia.
—A ver, a ver… —pasaba muy rápido las
páginas y las apuntaba con el dedo, hasta que paró secamente en una y la leyó
detenidamente.
—Pero, ¿qué sería lo que tendría que
recuperar y a quién?
—Es más bien de “quienes” tienes que
recuperarlas. Son 5 chicos los que tienes mis piedras- Ella seguía ojeando la
hoja con detenimiento.
—Eres la única que puede devolvérmelas
—apartó la vista de la página que estaba viendo y se fijó en mí— Creo que ya es
hora de que te lo cuente:
Todo
empieza con el matrimonio de Urano y Gea. Entre estos dos dioses nacieron 6
titanes: Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Japeto y Crono. Pero Urano obligaba a Gea
a retenerlos en su vientre materno hasta que esta decide sacarlos ya adultos.
La furia de Gea con Urano crecía y creaba la venganza. Ninguno de sus 6 hijos
se atrevía a luchar contra él, menos uno. Crono, dios del tiempo, acepto ayudar
a su madre en la venganza contra este, por ello le dio una hacha con el que le
cortaría sus genitales, y así fue. Cuando Urano intentó tomar de nuevo a Gea,
Cronos apareció y cortó los genitales de su padre. Crono, con los genitales de
su padre, fue hacia el mar y ya allí los lanzó. Estos crearon una gran
espuma que tiempo después se convirtió en una gran concha de la que nací yo
pero hay que añadir que no tan solo nací yo sino que también “nacieron”
conmigo 5 piedras las cuales forman parte de mi vida, de mi ser. Ellas son tan
importantes o más que yo por lo que decidí que debía protegerlas y las lancé
hacia el cielo tan fuerte que desaparecieron de mi vista. Luego vi que fueron
entregadas a 5 chicos bebes. Las piedras al formar parte de mi ser y al ser
abandonadas de mí, estas ahora forman parte de la vida de estos chicos.
—Por eso quieres que las consiga. Porque
te hacen falta para vivir, ¿y por qué
yo soy la única que puede conseguirlo?
La historia era fascinante, ¿cómo alguien
podía nacer del mar? Es tan bonito y extraño a la vez. Madre me miró de reojo y
chasqueó los dedos una segunda vez dejando ver aparecer al mismo duende de
antes, pero esta vez en vez de un gran libro traía, en un cojín color verde
esperanza, un collar de perlas muy muy brillante. Parecía que tenía mucho
valor.
—Bueno, hija aquí tienes el collar de perlas
que me regaló tu padre. Le tengo muchísimo aprecio a este collar pero sé
que cuidarás muy bien de él —dijo cogiendo el collar con una mano y haciendo el
gesto para que me acercara con la otra.
Mi madre levantó mi cabello y se dispuso
a colocarme el delicado collar en el cuello. Este pesaba más de lo que hubiera
imaginado pero era muy elegante. Me alejé de ella 3 pasos, no soporta tener a
alguien a menos de 3 pasos.
—No deberás separarte de él durante tu
viaje a la tierra, será con lo que nos comunicaremos. No te preocupes intentaré
que pases el menos tiempo posible allí —me dijo al ver la cara de sorprendida
que había puesto.
—Pero madre, no tengo ni idea de las
costumbres que tienen allí, seré como un bicho raro.
—No, claro que no lo serás porque serás
tan hermosa que no te hará falta saber nada sobre ellos. Tú solo deberás
conseguir las piedras, sin distracciones —volvió a pedirme que me acercara.
Cogió de nuevo el gran libro, lo abrió
por la página de antes. Yo intenté alargar la vista para conseguir ver lo que
era pero parecía que había visto mis intenciones y cerró el libro con un golpe
sordo.
Justo cuando empezaba a pronunciar unas
palabras, la interrumpí. Necesitaba detalles.
—Madre, ¿Cómo sabré quienes son los
chicos que tienen las piedras?
—No es muy difícil, hija. Te enviaré al
lugar correspondiente de cada una de las piedras cada vez que me entregues
una y ya allí la misma piedra hará que la encuentres poniéndose en tu
camino.
Ella volvió empezar a pronunciar esas
palabras, pero…
—Madre, ¿qué es lo que exactamente va a
hacer ahora mismo?
Se notaba el tono de irritación de mi
madre por haberla interrumpido de nuevo.
—Voy a reencarnarte en un cuerpo humano,
para que pases desapercibida entre los humanos y por supuesto voy a enviarte a
la Tierra.
Ahora sí, mi madre consiguió terminar de
soltar todos esos conjuros sobre mí y mi cuerpo empezó a experimentar cambios
notables: El pelo, la cara, mis curvas, mis piernas…
Pero no me dio tiempo de fijarme en más
porque todo a mí alrededor se volvió oscuro y tan solo escuché de fondo
decirme:
—Mucha suerte, hija. Y no me falles.