jueves, 10 de abril de 2014

Capítulo 17



¡Hola! ¿Cómo están? Sí, estoy viva y tengo muchísimas explicaciones que dar porque las mereceis. Antes de publicar el capítulo tengo que decir que esta historia la voy a dejar un tiempo porque he decidido reescribirla. Sí, reescribirla. Entera. ¿Por qué? Porque la he leído desde el principio y peor no podía estar. Nada tiene sentido, no me gusta el personaje principal, tampoco sé como voy a seguir la historia ya que antes escribía sin pensar y ahora que estoy escribiendo otras dos historias (de loca...) pues quiero hacer en serio y plantearme mejor esto.
También hubo un problema con este campítulo y por eso no lo subí antes. Lo tengo escrito desde antes del 13 de febrero de este año, exactamente. Solo que lo que pasaba es que este blog no me dejaba subirlo, me daba mil veces error y también me cambiaba el formato de la letra, me la ponía enana una parte y enorme otra... y me frustraba. Creo que ya ha quedado como yo quería, menos mal, aunque aun la veo pequeña... Así que por eso no he estado aquí desde Noviembre. También es que como no tenía ni idea de como seguir el proyecto perdí interés pero ahora que se me vienen algunas cosas quiero ir apuntadonlas, poniendole orden y haciendo de esto algo mucho mejor de lo que ya tengo.
Espero que me comprendáis y me perdonéis por haber estado tamto tiempo sin dar señarles de vida por aquí.
Un beso <3

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No había nada que odiara más que el chantaje. Y ahora estaba siendo chantajeada. Por Hades. Elegir entre dos cosas que son muy importantes para ti puede hacerse muy difícil. Mi madre o mi memoria. Elegir. Arriesgar.

Subí las escaleras que había aparecido en la habitación. En cuanto toqué las baldosas del suelo, las dos partes se cerraron. Yo resoplé. Estaba cansada y confundida, lo que hacía que mi cuerpo necesitara con urgencia una buena dosis de descanso. Alex estaba sentado en su cama, mirándome con un interrogante estampado en la cara. Sabía que me bombardearía a preguntas pero no tenía intención de darle las respuestas. Por ahora.

Me tiré en la cama como si fuera pluma y apoyé la cabeza en la almohada de manera que Álex quedaba a mi espalda.

—¿No piensas decir nada? —sentí como se levantaba de la cama y se acercaba a mi lado— La habitación se ha dividido en dos y tú has bajado ahí y, ¿no piensas decir nada?

—No —respondí, tajante. ¡Quería dormir!

Vi cómo se cruzaba de brazos delante de mí y como encaraba las cejas.

—Pues no pienso dejarte dormir hasta que me lo digas —me amenazó.

—Inténtalo. Estoy más dormida que despierta.

Se quedó un tiempo allí parado. Esperando. Creía que me rendiría y que accedería a contarle lo que había ocurrido allí abajo, pero mis párpados se negaban a abrirse de nuevo. Estaban muy a gusto cerrados.

Vi como Alex rechinaba los dientes y se volvía a la cama. Sonreí para mis adentros, aunque mañana sé que no me libraría.

Justo cuando creí que me iba a quedar dormida una luz cegadora cubrió la habitación. Maldije y me levanté, aun con los ojos cerrados.

—¿Qué es esa luz? —Alex se tapó con la almohada la cara— ¡Apágala!

Primero que no sabía de donde venía. Bueno, hasta que abrí los ojos. Era mi colgante el que brillaba como si fuera que el sol se había metido dentro del cuarto. La toqué con la mano y me recosté de nuevo en la cama. Perfecta la hora de hablar con mi madre.

“¿Harmonía?” —preguntó. La notaba preocupada.

“Sí. Estoy aquí”

Ya me había acostumbrado a esas conversaciones mentales, que con tan solo pensar una frase, mi madre la escuchaba. Mucho más útiles que los teléfonos modernos.

“¿Dónde estabas?” —sí. Sonaba preocupada— “He intentado contactar contigo desde que bajaste a la Tierra y no lo he conseguido”

Puede que en el tiempo en el que estaba con Hades fuera un poco imposible que contactara conmigo. Estaba bajo tierra. Literalmente.

“No sé qué ha podido ocurrir, madre” —respondí. Me cambié de postura en la cama— “Llegué bien y ahora estoy de acogida en una casa”

Decidí omitir el detalle de que mi acogedora era mi niñera exiliada.

“Tú no me preocupabas” —dijo esta vez tan tranquila. El comentario me dolió, la verdad— “Me preocupa más Heracles. Su padre no para de repetirme que todo es culpa tuya.”

Me froté las sienes con los dedos. Claro, la culpa recaería sobre mí. Como siempre.

“Devuélvelo al Limbo” —repliqué y agradecí que Alex no pudiera escucharme.

Mi madre rio y luego habló. Podía imaginármela sentada en el mismo trono en el que la vi la última vez.

“¿Crees que esto es como devolver un regalo?”

“No. Claro que no.”

Estaba ya cansada de esa conversación. Quería terminarla lo antes posible y dormirme.

“Volverá cuando tú vuelvas” —sentenció y yo suspiré— “¿Has encontrado al chico?”

Marcos, más que amigo de Mery. Portador de la piedra. Sí, podía decirse que lo había encontrado. ¿Cómo conseguiría la piedra? Aun me quedaba pensar esa parte.

“Sí”

“¿En cuántos días la tendrás contigo?” —preguntó refiriéndose a la piedra.

“Teniendo en cuenta de que casi no me he acercado a él… No lo sé” —dije la verdad porque darle falsar esperanzas a mi madre podía ser lo peor que podría ocurrírseme.

“Pues no te retrases muchos y que nadie se interponga en tu camino, Harmonía”

Directamente pensé en Heracles. Él se había impuesto en mi camino pero tampoco es que me molestara. Es más, me hacía compañía y me hacía sentir que no estaba sola en esto.

“Madre, necesito dormir” —rogué. Ella lo entendió y cortó la comunicación tras despedirse.

Por fin pude descansar como me merecía.

 

 

La mañana llegó muy pronto y el ajetreo de las tareas hizo que me despertara. Miré el despertador de la mesilla de noche. Las ocho de la mañana. Necesitaba dormir más, pero Adele entró en el cuarto con una bandeja que desprendía muy buen olor.

—Buenos días —me saludó. Al parecer Alex ya se había levantado— Aquí tienes tu desayuno.

Miré perpleja la bandeja con comida para abastecer un regimiento. Tostadas con mantequilla  y mermelada, dos piezas de frutas, magdalenas, un café y un zumo de naranja natural. Nunca había desayunado tanto y tampoco me lo habían traído a la cama.

—Pero esto es demasiado para mí —dije ofreciéndole a Adele una de las magdalenas. Ella negó con la cabeza.

—Deberías alimentarte bien. Te queda mucho día por delante.

No rechisté y le hinqué el diente a una de las tostadas. Estaban buenísimas y en su punto. Ya ni hablemos de cómo estaba el zumo natural. Se me hizo la boca agua con todo lo que estaba comiendo. Que delicia.

—Alex ha ido a ver el instituto con Mery —informó Adele antes de levantarse de la cama para salir de la habitación—. Llamaron para decir que en la próxima clase el profesor aceptarás que entres.

¿Vuelta a las clases? ¿Eso se incluía en mis tareas para conseguir la piedra? Ya tuve bastante con las clases en el Limbo. Todo era sobre la vida allí, las luchas antiguas que hubo entre Dioses…

Me terminé el desayuno corriendo al saber que la próxima clase a la que tenía que asistir era a las nueve. Cogí la ropa que Mery me había dejado en la cama de Alex. Estaba bien. Aceptable para ir a un instituto. Pantalones vaqueros, blusa y sabrinas.

No sabía que tenía que llevar así que cogí un bolígrafo y un cuaderno del escritorio de la habitación. Atravesé el pasillo y me asomé a la cocina. Adele estaba allí haciendo la comida, supuse.

—¿Necesitas algo? —pregunté a Adele. Por todo lo que estaba haciendo por nosotros lo menos que podía hacer era intentar ayudar—. Ya me voy.

Ella no levantó la vista de la olla pero me respondió igualmente.

—No, muchas gracias Harmonía —vi como sonreía y me dispuse a marcharme pero ella volvió a hablarme—, pero vigila a Heracles. No dejes que haga ninguna tontería.

Asentí un poco confusa, pero decidí no darle tanta importancia a esas palabras.

Al salir a la calle, el frio me heló el cuerpo. Menos mal que había cogido el chaquetón que Mery me había dejado. No hubiera soportado andar por las calles de Londres con este frio y llevando solo una blusa.

Ir por las calles sin impresionarme era imposible. Los grandes edificios me intimidaban y me hacían sentir demasiado pequeña. La gente a esta hora de la mañana iba ajetreada de un lugar a otro. Yo era la que parecía que no encajaba allí. Iba tan tranquila caminando, sin preocuparme por nada.

De repente, estaba tan absorta en mis pensamientos que no me di cuenta de que me había chocado con alguien. Me disculpé mil veces y miré a la otra persona.

—¿Marcos? —el chico se encontraba frotándose las manos del frío.

—Vaya, Charlotte. No esperaba verte por aquí —dijo mientras me daba un beso en la mejilla. Me puse colorada pero el frío hizo que no se notara— ¿A dónde vas?

Miré a los lados de la acera y vi que estábamos justo en el centro y que para pasar, la gente tenía que esquivarnos.

—Pues al instituto. —respondí— Ya me he incorporado.

El encaró una ceja.

—¿Al instituto? —parecía sorprendido— El instituto está en la otra dirección —señaló la calle que estaban a mis espaldas y yo las miré.

Muy bien. Lo mejor que podía hacer para empezar la mañana era perderme por Londres. Perfecto. Me reí y vi que él hacía lo mismo.

—Pues creo que ni hubiera llegado a tiempo, entonces —bromeé.

Él se pasó la mano por el pelo y luego asintió.

—¿Quieres que vayamos juntos?

Dije que sí y él se dispuso a volver a andar. Yo me di la vuelta y me puse su lado. Justo cuando fue a meter la mano en uno de los bolsillos, la manada de la chaqueta se le levantó y pude verle, en la muñeca, una pulsera. Justo la pulsera con la piedra incrustada. Era verde como una planta y brillaba como un diamante.

Una sonrisa se instaló en mi cara durante todo el camino. Esta vez podría ser mucho más fácil.