Las
playas eran como me habían contado. Eran preciosas. La arena era muy fina y el
mar era un paisaje de calma.
Ese día
el sol quemaba tanto que entre Helena y yo gastamos un bote de crema entero.
Exagerado, ¿verdad? Pero Helena no quería parecerse a una gamba a la plancha.
Las
chicas, que éramos Helena, Claudia, Sofía y yo, habíamos llegado antes.
Helena
me las presentó una a una. Parecían simpáticas. No eran muy habladoras lo que
por una parte me gustaba. Eso significaba nada de preguntas hacia mí.
No
encontrábamos en las tumbonas del chiringuito, al sol, pensado cada una en lo
suyo. Tranquilas.
—Se te van a quedar las marcas de la gafas,
Claudia. —dijo
Helena.
Ésta no
respondió y ni se quitó las gafas. Volvimos al mismo silencio del principio.
—Ahora que estamos solas, podríamos hablar. —interrumpió Sofía.
—¿Hablar de qué? —respondió Claudia, dejando ver sus ojos por
encima de las gafas de sol redondas.
—Todas sabemos de qué quieres hablar tú, Claudia.
—se burló
Helena — De
chicos.
Y todas
estallaron en carcajadas, menos yo. Es un tema del que prefería no hablar sobre
todo si estaba Helena delante, que se le escapaba cualquier cosa. Y de seguro
que en ese tema yo sería el punto de atención.
—¿Os habéis enterado de que Sam ha roto con
Diana? —soltó de
repente Claudia.
—Sí, yo he oído que ha sido porque se ha
enamorado de otra. A lo mejor es de mí. —fantaseó
Sofía.
—¡Qué va, Sofi! Yo sé de quién está enamorado
Sam. —respondió
Helena a la vez que dirigía su mirada a mí.
Y como
yo había supuesto todo este tema se centraría ahora en mí.
—¿De Charlotte? —exclamaron Claudia y Sofía a la vez.
—Sí y todas sabemos que si a Sam le gusta
alguien no se anda con rodeos. Si se ha enamorado de Charlotte un beso no
pasará de hoy —puntualizó
Helena —. Y a
Charlotte también le gusta Sam, ¿verdad?
Preferí
no decir nada y tumbarme de nuevo en la tumbona y cerrar los ojos.
Si ellas
supieran lo que he venido a hacer a la Tierra…
—Oh, vamos, que poco comunicativa. —Suspiró Claudia—. Te vas a salvar de que te obliguemos a
responder porque hay vienen los chicos.
Abrí los
ojos y me erguí de la tumbona para ver como cuatro chicos se acercaban a
nosotras, de los cuales solo conocía a dos. A Sam y a Daniel.
—¿Quiénes son los otros dos chicos? —pregunté.
—Son Mario y Javi, —me respondió Sofía — dos del equipo de volley de Sam.
¿Sam
estaba en un equipo de volley? No me lo habría imaginado.
Los chicos
iban dándole patadas a un balón mientras se acercaban a nosotras.
—Hola, chicas —saludó Daniel, que luego se acercó a Helena y
le dio un corto beso.
—Esta vez no te he dado. —me dijo Sam mientras dejaba la pelota quieta
en el suelo. Aun recordaba el balonazo que me dio el primer día.
—Menos mal. No me habría gustado recibir otro
balonazo de tu parte.
—Chicas, estáis muy secas. Creo que toca
mojarse. —gritó
uno de los amigos de Sam, aún no sabía quién era quién.
—¡NO! —gritaron
todas las chicas. Yo no sabía que pasaba.
Y todo
se volvió un revuelo. Cada uno de los chicos cogió a una chica en brazos y la
llevaron corriendo al agua para dejarlas caer.
Yo lo
veía todo desde la arena, pero de repente me encontraba con mi cuerpo en el
aire y apoyada en el hombro de Sam.
—Ah, lo siento pero tú no te salvas. —me dijo Sam mientras andaba hacia el mar.
—Muy bien, sé llegar yo sola. —le recriminé— Bájame.
—Eres la primera chica que cuando la llevo en
mi hombro me pide que la baje.
—Todos tenemos una primera vez. Bájame. —repetí.
Pero él
no me soltó sino que me apretó más para que no me moviera. Llegando a la orilla
empecé a patalear y a gritar como una niña pequeña lo que hizo que Sam se
divirtiera mucho más.
Y en un
segundo, el agua lo cubría ya por las rodillas. A mí de vez en cuando me
llegaban a los tobillos un poco de agua, hasta que vi que Sam se detenía.
Y me
dejó caer. El agua estaba muy fría y los músculos se tensaron. Poco a poco mi
cuerpo fue acostumbrándose a esa temperatura y mis músculos volvieron a ser los
de siempre dejando que me elevara a la superficie.
Lo
único que pensaba era que al salir a la superficie cogería aire. Me faltaba
respirar.
Y por
fin estaba fuera, pero lo primero que hice no fue respirar. Fue sentir como los
labios de Sam se pegaban a los míos.
No me
dio tiempo a reaccionar, me cogió por sorpresa y no sabía qué hacer. Era el
primer beso que recibía. Nada comparado con el de la pesadilla. Fue mucho más
dulce pero a la vez muy intenso. ¿Quién diría que se pudiera experimentar
tantos sentimientos con tan solo la unión de los labios? Dejé que el fuera
quien me guiara pero lo único que se me ocurrió fue alzar mis brazos y
juntarlos junto a su cuello, lo que hizo que él me cogiera por la cintura y me
acercara más a su cuerpo.
Él fue
quién se separó, los dos abrimos los ojos a la vez y elevó una pequeña
sonrisita lo que hizo que yo soltara una pequeña carcajada.
—Soltero, ¿recuerdas?
—Soltero y entero —completé.
Volvió a
darme otro beso. Este fue más duro y salvaje que el primero, lo que me gustó
bastante.
—Deberíamos salir, estás empezando a temblar.
—Estoy bien, de verdad —volví a agarrarme a su cuello.
—No. Estás temblando Charlotte. —y aprovechó que me encontraba agarrada a su
cuello para volver a cogerme y llevarme a la orilla.
Cuando
llegamos a la orilla me dejo en la arena y empezamos a ir hacia las tumbonas
donde ya se encontraba todo el mundo. De camino buscó mi mano y la cogió de
forma cariñosa.
—¿Qué os dije? ¿Tenía o no tenía yo razón? —gritó Helena desde las tumbonas.
—¿De qué habláis vosotras eh? —preguntó Sam, y yo tuve que reírme.
Sam y yo
preferimos coger una toalla para los dos y apartarnos un poco de los demás.
Los dos
estábamos tumbados boca abajo y uno de sus brazos me rodeaba la cintura y con
el otro brazo se apoyaba la cabeza para mirarme.
—Todo ha sido un poco precipitado, ¿no crees? —empezó él— Aunque no me ha importado. Ha merecido la
pena. Todo por ti.
Yo
seguía con los ojos cerrados, pensando en todo lo que me ha ocurrido en un solo
día.
—¿Sabes? Dejé a Diana, por ti. ¿Cómo me pude
enamorar de ti en tan poco tiempo? Eso ella no lo entendía y no se ha tomado
muy bien que la dejara.
Seguía
escuchándole atentamente. No he hecho nada para gustarle. Pero me facilita las
cosas respecto a la piedra. Puedo fingir una relación, conseguir la piedra y
desaparecer. Aunque me daba mucha pena dejarlos. A todos.
—Te quiero —soltó Sam.
Y fue
cuando abrí los ojos para mirarle. Su mirada mostraba sinceridad.
—Cuidado, son palabras muy fuertes. —advertí.
—No me importa decírtelo todas las veces que
quiera. Y solo a ti.
Me dolía
que me dijera todo eso. Le iba a hacer daño. Lo sabía. Todo lo que me estaba
pasando no me lo merezco sabiendo, solo yo, lo que pretendo hacer con él. En
otras palabras, lo voy a utilizar como a un muñeco.
~~
Hola, ya
estoy de vuelta :) Tendría que haber puesto el capítulo ayer o el sábado pero
he estado enferma y no me he visto con ganas de subir pero como hoy estoy mejor
he decidido subirlo que ya era hora.
He estado
releyéndolo y me he dado cuenta de que el romance entre Charlotte y Sam es muy
precipitado, lo sé pero tengo que hacerlo así porque no quiero que se me
haga muy extensa la recuperación de la piedra. Pero sí, yo también lo veo muy
brusco y lo siento. Espero que os haya gustado :)
Besos.
La elección es tuya, aunque a mí me encantaría que indagaras en la relación entre Sam y Charlotte, pero eso ya lo sabes :)
ResponderEliminarPor cierto, estás nominada a un juego muy especial en mi blog!
Es un poco precipitado en mi opinión, pero entre que me gustan los romances lentos y que entiendo tu posición, me parece bien cómo lo estás desarrollando. Repito que espero que Harmonía no se enamore de Sam o, como mínimo, no demasiado...
ResponderEliminarMe encantó el capítulo, realmente <3. Creo que me va a dar tanta pena como a la protagonista cuando se tenga que ir de donde está.