Los lugares por donde me iban arrastrando se me iban haciendo más familiares. Mi madre seguía agarrándome del brazo, ni siquiera me había aflojado.
La chica que
interrumpió antes en la habitación iba por delante de nosotras, con paso
decidido. La veía como una humana, pero no estaba segura de que en Limbo
hubiera humanos. Miré a mi madre. Tenía una expresión dura. A veces yo daba
traspiés y ella me agarraba más fuerte, me miraba y resoplaba, como si fuera un
caso perdido. Me costaba andar, me había llevado no sé cuántos días en “coma” y
mis piernas aún estaban dormidas.
Después de muchos
pasillos y esquinas, llegamos a una puerta doble muy grande. La más grande del
Limbo. Eso me hizo estremecerme. Solo había una puerta así de grande aquí y yo
solo había pasado por delante, nunca había entrado.
Clark estaba
esperándonos delante de esta. No le veía afectado por el grito de mi madre. Se
le veía respetuoso y trabajador.
—Abre las puertas —ordenó la chica que
venía con nosotras.
Creía que al
abrirse las puertas mi madre me soltaría y me dejaría andar por mi propio pie,
pero no fue así. La habitación a la que habíamos entrado tenía unas paredes muy
altas y estaban muy iluminadas aunque no había lámparas ni ventanas. La sala
era enorme, tan grande que yo me sentía diminuta. Miré al frente esperándome
algún aparato de tortura o algo por el estilo pero lo que vi fue peor.
Una reunión de
todos los dioses del Olimpo.
Estaban todos y
cada uno de ellos, desde los más temidos hasta lo que nadie conocía. Todos
estaban sentados en círculo dejando tan solo una silla en el centro que
seguramente era para mí. Aunque todos estaban sentados unos al lado de otros,
se podía ver que tres de los Dioses destacaban: Zeus, Poseidón y Hades.
Por supuesto, en
el círculo había una silla libre, justo al lado de Urano, para mi madre. Cuando
llegamos al centro ella me arrojó como si yo fuera una criminal que ha sido
atrapada y condenada. Me dejó allí y fue a sentarse.
Estaba muy
asustada. Todo el Limbo le teme a estas reuniones, sobre todo cuando no falta
ningún Dios. Pero quería creer que mi madre no dejaría que me hicieran daño.
Era su hija.
—Harmonía —comenzó Zeus—, hija de
Afrodita aquí presente, ha sido convocada en esta reunión para un único fin.
Realizar un proceso de hipnosis.
La forma en que
dijo “proceso de hipnosis” hizo que se me erizara el bello. Me abrazaba con mis
propios brazos. Me sentía intimidada ante todas aquellas miradas. Miré a mi
madre esperando apoyo por su parte. No mostraba nada.
—Afrodita —dijo Poseidón dirigiéndose a
mi madre—, tiene que darnos una autorización que firme que está dispuesta a que
realicemos los procesos que el consejo vea conveniente a su hija.
Mi madre se
levantó de la silla y con paso lento, pero decidido, se colocó a mi lado. No
perdió el contacto con Poseidón en ningún momento. Puso mi mano en mi hombro y
dijo alto y claro:
—Yo, Afrodita, Diosa de la belleza y
del amor, autorizo y firmo al Consejo a realizar los procesos convenientes a mi
hija, por el bien de nuestras vidas.
—La autorización queda confirmada
—terminó Hades— Pueden sentarse.
Mi madre volvió a
su sitio y yo me senté en la silla. Iba a cruzar las piernas pero al ver que
llevaba todavía la bata blanca, lo vi un gesto poco educado.
—¡Clark! —llamó Zeus— Ven aquí.
Clark atravesó, de forma graciosa, la
sala. Se colocó justo al lado del Dios y escuchó lo que tenía que decirle. No
me llegué a enterar porque hablaban muy bajito pero en cuanto terminaron este
volvió a salir del circulo pero esta vez abandonando la sala.
—Harmonía —dijo Hades—, ¿sabes para lo
que estás aquí?
Mire de nuevo a mi madre. Su expresión
me decía claramente: “Sé respetuosa y educada.” Volví de nuevo la cabeza hacía
los tres Dioses y asentí.
—Sí, señor Hades. Sé para lo que estoy
aquí.
Los tres Dioses se miraron entre sí,
cuchichearon y volvieron a mirarme. Esta vez hablo Zeus.
—¿Y estás de acuerdo? —preguntó.
No sabía exactamente qué decir.
¿Debería decir que sí o qué no? No iba a mentirles a los Dioses.
—No. —respondí de forma seca— ¿Quién
quiere le qué le roben sus recuerdos?
Todo los Dioses estallaron en
cuchicheos, supongo por mi revelación, por esa forma de enfrentarse ellos.
—Sabes que tu bajada a la Tierra fue
una salida excepcional, ¿verdad? —me recordó Poseidón— No te conviene tenernos
en tu contra Harmonía. Por tu bien y por el de tu madre.
—Lo sé —dije—, pero no tienen derecho a
quitarme mis recuerdo cuando yo no estoy de acuerdo —repliqué.
—Hablarás cuando se te diga que hables
—me reprimió Hades.
La puerta se abrió y por ella entró
Clark. Detrás de él, andaba una mujer de la misma edad que mi madre, además
tenía el mismo color de pelo pelirrojo y largo. Pero ella llevaba una corona de
hojas que se entrelazaba con algunos mechones.
Llegó al centro
de la sala muy rápido y en seguida ya la tenía a mi lado apoyada en el
respaldar de la silla.
—Estás preciosa. Como siempre.
—No necesito de vuestros halagos, Hades
—respondió al comentario.
Esta vez la sala
no estalló en susurros como pasó con mi actitud. La miré de cerca y se la veía
fuerte, inteligente.
—Entonces, empecemos —dijo Zeus—
Harmonía, ella es Mnemósine, Diosa de la memoria y de los recuerdos. Será quien
te borre la memoria.
Al parecer mis
cometarios no habían servido de nada. El proceso se iba a realizar ignorando lo
que yo había dicho.
—Harmonía —dijo Mnemósine—. Cierra los
ojos.
Antes de cerrarlo
paseé la mirada por la sala. Mi madre seguía igual que cuando llegó. Al parecer
no se iba a retractar de sus actos. Los tres Dioses principales me miraban
curiosos, deseando ver el proceso en acción.
Cerré los ojos
como ella me había ordenado y de repente mis recuerdos, sin yo querer, pasaron
en fila por mi mente. La llegada a Hawaii, cuando conocí a Helena, el balonazo
de Sam, la invitación a la playa de Daniel, mi primer beso, el descubrimiento
de que Sam no tenía la piedra, la fiesta, la piedra y por último, la despedida.
Todo pasó como
una película a cámara rápida. Pero más rápido fue ver como esos recuerdos se
desvanecían y todo lo que quedaba era negro, muy negro.
—Abre los ojos.
Los abrí lentamente. Había perdido la
noción del tiempo. Todos se encontraban en el mismo lugar pero yo parecía que
había estado con los ojos cerrados mucho más tiempo. Una lágrima cayó en mi
muslo dejando una marca en la bata.
Mnemósine se
alejó de mí y se colocó entre medio de los Dioses Zeus y Poseidón. Me miró
admirando su trabajo y esperando a que hubiera hecho efecto.
—¿Cómo te sientes? —me preguntó la
Diosa.
—Bien. —respondí.
Vi cómo Zeus se
bajaba a la altura de la oreja de Mnemósine y le decía: “Ve al grano” Él volvió
a su postura y ella me habló.
—Harmonía, ¿conoces a Sam? —preguntó.
—No. —dije, sinceramente.
Mi madre me
miraba.
—¿Cómo encontraste la primera piedra?
—Bajé a la Tierra pero no recuerdo nada
más, tengo un vacío —dije sinceramente de nuevo.
Los tres Dioses
hablaron entre ellos y se dirigieron a Mnemósine
—Está bien, puedes irte —le dijo Hades.
—Os guardo el favor, Dioses —dijo
mientras salía del círculo.
Salió satisfecha
con su trabajo. Las puertas se cerraron y todos los dioses volvieron a centrar
sus miradas en mí.
—La reunión ha acabado —anunció Zeus y
todos los dioses se levantaron y se dispusieron a marcharse.
Mi madre se
acercó a mí y salió conmigo. Le dirigí
una mirada amenazadora y le dije:
—No me puedo creer que hayas consentido
todo esto.
—¿Consentido el qué? —preguntó airada.
—He perdido los recuerdos de mi
estancia en la Tierra —expliqué—, no de que me acaban de borrar la memoria.
Y aceleré el paso
dejando atrás a mi madre. Sola.
q... que?... NOOOOOOOOOO!!!!!!
ResponderEliminarOHDIOSMÍO. ¡Qué injusticia y qué mal! Ahora Harmonía no se acuerda de esos buenos momentos en la Tierra... Ni lo de soltero y entero (que tanto me emocionó hehhe)
ResponderEliminarJope, pobre Harmonía. Entiendo que su madre lo ha hecho por su bien, pero, como ha dicho la chica, no tenían derecho a quitarla los recuerdos de sus buenos momentos en la tierra. :(
ResponderEliminarLove always, B.
Qué injustoooo... Si ella no quiere que la quiten su recuerdos lo tenían que haber respetado...
ResponderEliminarMe ha encantado el capítulo. ¡Espero leerte pronto!
¿Por qué tienen que ser así los dioses? Ojalá le hubiesen permitido guardar sus memorias, con todo lo que tuvo que pasar para poder conseguir la piedra... Supongo que el lado bueno es que ya no recuerda a Daniel y, por ende, su muerte no le duele, así como tampoco la daña la separación de Helena y Sam...
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