domingo, 8 de septiembre de 2013

Capítulo 11




Los lugares por donde me iban arrastrando se me iban haciendo más familiares. Mi madre seguía agarrándome del brazo, ni siquiera me había aflojado.
La chica que interrumpió antes en la habitación iba por delante de nosotras, con paso decidido. La veía como una humana, pero no estaba segura de que en Limbo hubiera humanos. Miré a mi madre. Tenía una expresión dura. A veces yo daba traspiés y ella me agarraba más fuerte, me miraba y resoplaba, como si fuera un caso perdido. Me costaba andar, me había llevado no sé cuántos días en “coma” y mis piernas aún estaban dormidas.
Después de muchos pasillos y esquinas, llegamos a una puerta doble muy grande. La más grande del Limbo. Eso me hizo estremecerme. Solo había una puerta así de grande aquí y yo solo había pasado por delante, nunca había entrado.
Clark estaba esperándonos delante de esta. No le veía afectado por el grito de mi madre. Se le veía respetuoso y trabajador.
         —Abre las puertas —ordenó la chica que venía con nosotras.
Creía que al abrirse las puertas mi madre me soltaría y me dejaría andar por mi propio pie, pero no fue así. La habitación a la que habíamos entrado tenía unas paredes muy altas y estaban muy iluminadas aunque no había lámparas ni ventanas. La sala era enorme, tan grande que yo me sentía diminuta. Miré al frente esperándome algún aparato de tortura o algo por el estilo pero lo que vi fue peor.
Una reunión de todos los dioses del Olimpo.
Estaban todos y cada uno de ellos, desde los más temidos hasta lo que nadie conocía. Todos estaban sentados en círculo dejando tan solo una silla en el centro que seguramente era para mí. Aunque todos estaban sentados unos al lado de otros, se podía ver que tres de los Dioses destacaban: Zeus, Poseidón y Hades.
Por supuesto, en el círculo había una silla libre, justo al lado de Urano, para mi madre. Cuando llegamos al centro ella me arrojó como si yo fuera una criminal que ha sido atrapada y condenada. Me dejó allí y fue a sentarse.
Estaba muy asustada. Todo el Limbo le teme a estas reuniones, sobre todo cuando no falta ningún Dios. Pero quería creer que mi madre no dejaría que me hicieran daño. Era su hija.
         —Harmonía —comenzó Zeus—, hija de Afrodita aquí presente, ha sido convocada en esta reunión para un único fin. Realizar un proceso de hipnosis.
La forma en que dijo “proceso de hipnosis” hizo que se me erizara el bello. Me abrazaba con mis propios brazos. Me sentía intimidada ante todas aquellas miradas. Miré a mi madre esperando apoyo por su parte. No mostraba nada.
         —Afrodita —dijo Poseidón dirigiéndose a mi madre—, tiene que darnos una autorización que firme que está dispuesta a que realicemos los procesos que el consejo vea conveniente a su hija.
Mi madre se levantó de la silla y con paso lento, pero decidido, se colocó a mi lado. No perdió el contacto con Poseidón en ningún momento. Puso mi mano en mi hombro y dijo alto y claro:
         —Yo, Afrodita, Diosa de la belleza y del amor, autorizo y firmo al Consejo a realizar los procesos convenientes a mi hija, por el bien de nuestras vidas.
         —La autorización queda confirmada —terminó Hades— Pueden sentarse.
Mi madre volvió a su sitio y yo me senté en la silla. Iba a cruzar las piernas pero al ver que llevaba todavía la bata blanca, lo vi un gesto poco educado.
         —¡Clark! —llamó Zeus— Ven aquí.
         Clark atravesó, de forma graciosa, la sala. Se colocó justo al lado del Dios y escuchó lo que tenía que decirle. No me llegué a enterar porque hablaban muy bajito pero en cuanto terminaron este volvió a salir del circulo pero esta vez abandonando la sala.
         —Harmonía —dijo Hades—, ¿sabes para lo que estás aquí?
         Mire de nuevo a mi madre. Su expresión me decía claramente: “Sé respetuosa y educada.” Volví de nuevo la cabeza hacía los tres Dioses y asentí.
         —Sí, señor Hades. Sé para lo que estoy aquí.
         Los tres Dioses se miraron entre sí, cuchichearon y volvieron a mirarme. Esta vez hablo Zeus.
         —¿Y estás de acuerdo? —preguntó.
         No sabía exactamente qué decir. ¿Debería decir que sí o qué no? No iba a mentirles a los Dioses.
         —No. —respondí de forma seca— ¿Quién quiere le qué le roben sus recuerdos?
         Todo los Dioses estallaron en cuchicheos, supongo por mi revelación, por esa forma de enfrentarse ellos.
         —Sabes que tu bajada a la Tierra fue una salida excepcional, ¿verdad? —me recordó Poseidón— No te conviene tenernos en tu contra Harmonía. Por tu bien y por el de tu madre.
         —Lo sé —dije—, pero no tienen derecho a quitarme mis recuerdo cuando yo no estoy de acuerdo —repliqué.
         —Hablarás cuando se te diga que hables —me reprimió Hades.
         La puerta se abrió y por ella entró Clark. Detrás de él, andaba una mujer de la misma edad que mi madre, además tenía el mismo color de pelo pelirrojo y largo. Pero ella llevaba una corona de hojas que se entrelazaba con algunos mechones.
Llegó al centro de la sala muy rápido y en seguida ya la tenía a mi lado apoyada en el respaldar de la silla.
         —Estás preciosa. Como siempre.
         —No necesito de vuestros halagos, Hades —respondió al comentario.
Esta vez la sala no estalló en susurros como pasó con mi actitud. La miré de cerca y se la veía fuerte, inteligente.
         —Entonces, empecemos —dijo Zeus— Harmonía, ella es Mnemósine, Diosa de la memoria y de los recuerdos. Será quien te borre la memoria.
Al parecer mis cometarios no habían servido de nada. El proceso se iba a realizar ignorando lo que yo había dicho.
         —Harmonía —dijo Mnemósine—. Cierra los ojos.
Antes de cerrarlo paseé la mirada por la sala. Mi madre seguía igual que cuando llegó. Al parecer no se iba a retractar de sus actos. Los tres Dioses principales me miraban curiosos, deseando ver el proceso en acción.
Cerré los ojos como ella me había ordenado y de repente mis recuerdos, sin yo querer, pasaron en fila por mi mente. La llegada a Hawaii, cuando conocí a Helena, el balonazo de Sam, la invitación a la playa de Daniel, mi primer beso, el descubrimiento de que Sam no tenía la piedra, la fiesta, la piedra y por último, la despedida.
Todo pasó como una película a cámara rápida. Pero más rápido fue ver como esos recuerdos se desvanecían y todo lo que quedaba era negro, muy negro.
         —Abre los ojos.
Los abrí lentamente. Había perdido la noción del tiempo. Todos se encontraban en el mismo lugar pero yo parecía que había estado con los ojos cerrados mucho más tiempo. Una lágrima cayó en mi muslo dejando una marca en la bata.
Mnemósine se alejó de mí y se colocó entre medio de los Dioses Zeus y Poseidón. Me miró admirando su trabajo y esperando a que hubiera hecho efecto.
         —¿Cómo te sientes? —me preguntó la Diosa.
         —Bien. —respondí.
Vi cómo Zeus se bajaba a la altura de la oreja de Mnemósine y le decía: “Ve al grano” Él volvió a su postura y ella me habló.
         —Harmonía, ¿conoces a Sam? —preguntó.
         —No. —dije, sinceramente.
Mi madre me miraba.
         —¿Cómo encontraste la primera piedra?
         —Bajé a la Tierra pero no recuerdo nada más, tengo un vacío —dije sinceramente de nuevo.
Los tres Dioses hablaron entre ellos y se dirigieron a Mnemósine
         —Está bien, puedes irte —le dijo Hades.
         —Os guardo el favor, Dioses —dijo mientras salía del círculo.
Salió satisfecha con su trabajo. Las puertas se cerraron y todos los dioses volvieron a centrar sus miradas en mí.
         —La reunión ha acabado —anunció Zeus y todos los dioses se levantaron y se dispusieron a marcharse.
Mi madre se acercó a mí  y salió conmigo. Le dirigí una mirada amenazadora y le dije:
         —No me puedo creer que hayas consentido todo esto.
         —¿Consentido el qué? —preguntó airada.
         —He perdido los recuerdos de mi estancia en la Tierra —expliqué—, no de que me acaban de borrar la memoria.
Y aceleré el paso dejando atrás a mi madre. Sola.

5 comentarios:

  1. OHDIOSMÍO. ¡Qué injusticia y qué mal! Ahora Harmonía no se acuerda de esos buenos momentos en la Tierra... Ni lo de soltero y entero (que tanto me emocionó hehhe)

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  2. Jope, pobre Harmonía. Entiendo que su madre lo ha hecho por su bien, pero, como ha dicho la chica, no tenían derecho a quitarla los recuerdos de sus buenos momentos en la tierra. :(
    Love always, B.

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  3. Qué injustoooo... Si ella no quiere que la quiten su recuerdos lo tenían que haber respetado...
    Me ha encantado el capítulo. ¡Espero leerte pronto!

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  4. ¿Por qué tienen que ser así los dioses? Ojalá le hubiesen permitido guardar sus memorias, con todo lo que tuvo que pasar para poder conseguir la piedra... Supongo que el lado bueno es que ya no recuerda a Daniel y, por ende, su muerte no le duele, así como tampoco la daña la separación de Helena y Sam...

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