Empecé a
dar vueltas por el jardín, asustada. ¿Todo lo que había conseguido hasta ahora
no servía para nada? Y después de la llamada de mi madre estoy más
preocupada aun. No quiero haberme equivocado de persona.
—¿Me puedes explicar qué te pasa? —preguntó Sam que me seguía con la mirada.
No le
respondí.
—De qué piedra me estás hablando? —siguió insistiendo— ¡Joder Charlotte, quieres
responderme a algo!
¿Qué le
digo? ¿Qué vengo de otro mundo a recuperar una piedra que se supone que él debe
tener por fuerza y que le da la vida? No suena muy creíble pero si tuviera la
piedra sabría de qué le estoy hablando.
Paré de
dar vueltas por el jardín y quedé en frente de Sam. Fijé mi mirada en la suya y
le dije muy lentamente y calmada:
—Deberías tener una piedra que me pertenece.
—¿Qué tipo de piedra? ¿Una piedra cualquiera? —su mirada hacía mí se hizo más profunda.
—No. Es una piedra preciosa. Exactamente una
amatista. Son lilas y muy brillantes. –le expliqué.
—Yo no tengo ninguna piedra preciosa. Y menos
la llevo encima. —ahora me
miraba con desconfianza— ¿Tan
importante es para ti?
—Ahora mismo, pues sí. La necesito
urgentemente —volví a
empezar a dar vueltas.
—Yo puedo ayudarte a encontrarla —se ofreció.
Se había
levantado de la hamaca y se posó delante de mí haciendo que tuviera que parar
de andar.
—No, lo siento. Ya sabes demasiado y se supone
que solo yo debo saber mis objetivos en la Tierra.
—¿No eres de este planeta? —en su cara se reflejó una expresión de
asombro.
—Estoy hablando más de la cuenta.
Sam me
acercó más a mí y me cogió de las muñecas. Hizo que levantara la mirada y me
fijara en él.
—Déjame ayudarte. Es lo menos que puedo hacer —insistió— Sabes
que estoy aquí por ti. Estamos juntos.
—Sam… yo… —tartamudeé sin saber cómo decirle que había
estado actuando todo este tiempo. Si él no tiene la piedra lo nuestro no debía
seguir adelante.
—Ah, claro. Estabas actuando, ¿verdad? No
sientes nada por mí. Todo ha sido por esa piedra —dijo leyéndome la mente. Dolía. Que dijera
eso duele, pero era la cruel realidad y debía aceptarla.
—Lo siento, de verdad que lo siento pero tenía
que hacerlo. Espero que me perdones. –me incliné y rocé mis labios con los
suyos.
—¿De verdad que cuando te besé en la playa no
sentiste nada?
-Claro
que sentí algo, fue precioso —dije— y no me olvidaré de aquello pero…
—Pero todo ha sido una mentira. Y ahora
tendrás que ir detrás de otro chico hasta conseguir la piedra y marcharte sin
más. —Ahora
mismo me sentía muy mal— ¿Sabes
que esto duele, Charlotte?
Claro
que lo sabía. También me estaba doliendo a mí. Pero no sabía que aceptar esto
fuera a deparar a todas estas consecuencias.
—Que estuvieras conmigo por conveniencia y
que…
—¿¡Y qué quieres que hiciera!? Estoy aquí por
una razón. No estoy aquí de vacaciones. Ya te he pedido perdón por el daño que
te he hecho pero no eres el único que se encuentra dolido —acabé de hablar y tuve que tomar aire. Lo
había dicho todo de carrerillas y sin pensar.
Sam no
dijo nada. Tan solo me dio la espalda y empezó andar hacia el interior de la
casa, dejándome sola en el jardín.
Antes de
llegar a la cristalera se dio la vuelta, me miró y me dijo:
—Vete, por favor. Necesito estar solo. —se me rompió el alma ver que unas lágrimas
asomaban por esos azules ojos.
—Sam —lo llamé
intentando que volviera a mí.
No me
miró de nuevo y entró silencioso en la casa. Me quedé sola en medio del gran
jardín. Estaba muy pálida y me entraron náuseas. Salí de la casa por la puerta
trasera y me dirigí a ningún lugar en concreto.
Después
de haber estado andando un tiempo, pensando en todo lo que había ocurrido, paré
en un parque. Allí me senté en una banco y rompí a llorar. No me di cuenta de
que había alguien sentado a mi lado hasta que habló
—¿Charlotte?
Levanté
la cabeza, con los ojos rojos e hinchados de llorar, para ver quién era
mi acompañante.
—¿Estás bien? ¿Qué te ocurre? —era Daniel, el novio de Helena. Iba vestido
con un chándal y una bolsa de deporte.
—No es nada —mentí mientras me secaba las lágrimas con la
manga de la camisa.
—¿Has discutido con Sam? —Daniel apoyó su mano en mi hombro y me
ofreció un pañuelo que acepté— No te
preocupes lo arreglaréis. Se os veía muy bien juntos y por fin Sam tenía una
novia que me agradaba.
—Sam y yo lo hemos dejado —solté. Daniel quitó el brazo de mi hombro— Bueno, lo he dejado yo.
—¿Qué ha pasado? Acabáis de empezar a salir.
—No estaba segura de que funcionara —volví a mentir y recordando todo lo que había
pasado esta tarde comencé a llorar de nuevo.
—No llores. No sé consolar mujer porque más
bien nunca me he tenido que enfrentar a ninguna —dijo para intentar animarme.
Levanté
la cabeza y le miré a los ojo. Sus ojos, tan oscuros como su pelo, me expresaba
apoyo. Le agradecí que estuviera aquí cuando en realidad casi no me conocía de
nada.
Esto era
lo que me gustaba de algunos humanos. La preocupación por otros sin esperar
nada a cambio.
Dejé de
llorar, por él, porque no sabía cómo hacerme sentirme mejor y porque estaba
intentando consolarme de algo que en realidad no había ocurrido.
—¿Estás mejor? —me preguntó con su mejor sonrisa.
—Sí. Muchas gracias por estar aquí conmigo,
Daniel.
—Por la amiga de mi novia, lo que sea. —dijo y me guiñó un ojo.
Los dos
nos íbamos a levantar del banco, pero cuando él fue a levantarse algo en el
bolsillo de su pantalón brilló con mucha intensidad. Creí que estaba alucinando
y que me había equivocado con las llaves que todo el mundo suele llevar en los
bolsillos.
Cuando
él ya estaba de pie me fijé de nuevo en el bolsillo para asegurarme y pude
distinguir la forma de una piedra dentro de éste. No pude levantarme y me quedé
sentada. Ausente hasta que Daniel me tendió la mano que me ayudó a levantarme
por fin.
—Charlotte, tengo que irme a entrenar. No
llores más, pero si lo haces quien sabe consolar mejor que yo es Helena —me dijo mientras que me daba un abrazo.
—Pues ya nos veremos entonces —más me valía volver a verlo.
—Mañana por la noche hay una fiesta. Helena
vendrá así que tú no podrás faltar dijo mientras miraba su reloj— ¡Qué tarde! Me voy que no llego
Y salió
corriendo y yo quedé mirando la figura que desaparecía por el parque. Volví a
sentarme en el banco con la mirada perdida.
Era él
quien tenía la piedra. Daniel tenía la piedra, no Sam. ¿Pero por qué?
¿La va a ayudar a recuperar la piedra? ¿Cómo que Sam lo sabe? ¿Si es el portador, por qué no la tiene él? ¿Que habrá hecho Daniel? asdfghjkl No me dejes así!!!
ResponderEliminarUn beso enorme :)
No te preocupes... ;)
ResponderEliminarNo pasa nada por la espera, este capítulo ha sido yo creo que de los que más me ha gustado, está genial escrito.
ResponderEliminarEso sí, me has dejado con una intriga... Estoy como Alba, más o menos, jajaja
Espero leerte pronto :))
Pobre Charlotte, tiene una amiga un poco particular xD o será que la particular es ella xD. Parece que el asunto se está poniendo serio, para que haya una reunión de dioses... estoy segura de que van a poder recuperar la joya. O al menos así lo espero con muchas, muchas ganas.
ResponderEliminarSí que estaba vestida para conquistar, aunque yo no hubiese sido capaz de ponerme ni el vestido, olvidate de los tacones xD. ¿...y cómo se supone que la ayude?
Me encantó el capítulo, está precioso <3 y espero con muchas ganas el próximo.
Me encanta tu blog, el diseño es sencillo y muy bonito, y la historia original e intrigante.
ResponderEliminarNo entiendo como Sam no tiene la piedra y como ha llegado a Daniel. Me gusta el personaje de Helena, la encuentro muy simpatica y alocada. Pobre Charlotte, caminar con tacones es de lo peor del mundo.
Otra cosa que me pregunto es que le pasa a Afrodita y que es eso tan grave que está pasando que hace que los dioses se tengan que reunir.
Espero que subas pronto el siguiente capítulo.
Un beso